El tiempo que Beya tarda en convertirse en una víctima más es el mismo breve lapso en el que demorás en observar el registro gráfico que Iñaki Echeverría creó para las primera páginas de este libro. Vistazos largos o cortos se desplazan para entender sin palabras como Beya es secuestrada, el hecho está ahí, acabado para lo demás ser contado entre grafismos y versos. 

Beya (le viste la cara a Dios) es una novela gráfica, que cuenta el punzante dolor de la realidad, la historia de una chica secuestrada e insertada en una red de trata. Sometida durante más de 15 horas diarias a un ambiente violento, con drogas y violación. Nuestra protagonista Beya (bautizada en el prostíbulo como Beya Durmiente) convive con un cuerpo que ya no le pertenece, a merced del rata cuervo, de cualquiera. Sin embargo la historia toma el rumbo de lo espiritual y en la (des)esperanza el personaje crece, se oportuna y logra salir del entorno lúgubre. Adentrándose en otro solo un poco, más luminoso. 

Víctima de su cuerpo y víctima de la trata Beya es un personaje desgarrado, partido en cada acto de violación como parte el verso atroz y violento con el que se narra la historia. 

Gabriela Cabezón Cámara crea una nouvelle o cuento con un “lirismo actual, rítmico y dramático”, e Iñaki juega con el grosor de los trazos para ilustrar la ferocidad de las situaciones.
Entre los aciertos de la corta novela, está la narración en segunda persona, que sin más entidad que el enunciado mismo, impulsa al lector a llevar la fuerza de la voz que narra.

El libro está dedicado a la “aparición con vida de Marita Verón y de todas las nenas, adolescentes y mujeres esclavas de las redes de prostitución” Una denuncia en forma de ficción, un escupitajo al sistema corrupto y vil que acecha a las mujeres.